Si imaginamos su recorrido a través de millones de años, el agua deja huellas, modela el relieve, da origen a la biodiversidad, genera condiciones para que algunos espacios sean habitados y propicia el desarrollo de prácticas sociales. Forma parte de la construcción de la identidad y estará de un modo u otro, siempre presente para garantizar la supervivencia.
El paisaje cultural es la combinación del trabajo de la naturaleza y de lo que hacemos los seres humanos. Es el resultado de la interacción entre las personas y el medio natural.
Mendoza pertenece a una región que se caracteriza por particulares condiciones climáticas y geográficas. La aridez de su territorio es una constante en cualquier postal que imaginemos viajando en el tiempo.
Debido a la escasez de lluvias dependemos de la nieve que año tras año se acumula en la Cordillera de los Andes. Nieve y glaciares se fusionan dando origen a los ríos que atraviesan el territorio provincial y conforman nuestro potencial hídrico.
El manejo del agua en Mendoza es una obra llevada a cabo por numerosas generaciones, que desarrollaron diversas técnicas a lo largo del tiempo de acuerdo a la época y a la cultura.
Las primeras obras para captar y aprovechar el agua de los ríos fueron de origen huarpe con influencia incaica. A este simple trazado de acequias, con el paso del tiempo se le sumaron obras más complejas: presas y embalses, redes de distribución y regulación, aprovechamientos hidroeléctricos, sistemas de saneamiento y una la legislación pertinente para regular el recurso hídrico.
Los saberes heredados junto a la investigación e innovación en técnicas y gestión, son parte fundamental en la historia de la provincia. Permiten que los oasis artificiales dispongan de agua para riego, uso poblacional, industrias y energía. Así se alimenta la matriz productiva provincial, se generan bienes, servicios, educación y arte.
El espacio Centro de Interpretación de la Cultura del agua Cipolletti decodifica el paisaje cultural de Mendoza y su relación con este elemento vital. Propone analizar el actual paisaje cultural de Mendoza con sus valores inmateriales que han dado forma a muchas de nuestras creencias y costumbres.
Es necesario que seamos conscientes de que hoy somos los artistas que modelamos el paisaje cultural que heredarán las próximas generaciones.